A nadie le agrada afrontar la crisis, es decir, perder el
tiempo necesario en asentar las bases para que nuestro futuro dependa
mayoritariamente de nosotros mismos, asumiendo lo bueno y lo malo que nos
caiga, evitando sobre todo el tener que recurrir a los demás para que nos
saquen las castañas del fuego. Todo el mundo espera una solución de compromiso
que deje a un lado la pesadilla del desencanto, de tener que dejar de conciliar
el sueño por tener que contribuir sin contemplaciones al pago de nuestra deuda,
teniendo que asumir que ahora ya no se
puede vivir como si no existiera. Hoy el gobierno ha logrado un buen acuerdo,
la Bolsa subió espectacularmente y la “Prima”, como era de esperar, se relajó a
un nivel más razonable. Ya de paso, podríamos sumar el nacimiento de los
Eurobills para socializar con ellos el pago de la deuda de los “insolventes”, y
cuando un hermosos país de la periferia no pudiera pagarlos, los más solventes
se hicieran cargo de ellos. A muchos la idea les parece fantástica, pero como
es obvio, a los que fían no les hace tanta gracia, especialmente a Alemania. A
pesar de que estoy convencido de que este gobierno actúa de un modo muy
distinto al anterior, tomando decisiones que a la larga favorecerán sin duda
alguna la recuperación incrementando la confianza en los mercados, lo cierto es
que también tengo la convicción de que seguimos viviendo por encima de nuestras
posibilidades. Tengo la impresión de que continuamos sin controlar nuestro
déficit público, y de que nuestra economía no despega porque existen factores que
no son de índole puramente económico que sumen a nuestro país en una retraso
desagradable, siendo muy pocos los que estarán dispuestos a hacer suya la
ingrata labor de contribuir resignadamente durante muchos años a intentar
mejorar la situación. Los supuestos Eurobills, o bonos que serían emitidos
conjuntamente por todos los países de la Comunidad Europea, a corto plazo y compartiendo
la responsabilidad de pagarlos, incrementarían la confianza de los mercados
sobre la zona Euro, aliviando mucho más la presión sobre esos pseudoíndices que
están de moda, como la prima de riesgo
de los países con dificultades. Ahora bien, los Eurobills no podrían emitirse
sobre la deuda total de un país, y como deuda a corto plazo no se podría emitir
ninguna más, mejorarían así las oportunidades de venta y los intereses
pagados por ellos. ¿Cuál es el problema? El problema es que los países
“indisciplinados” tendrían que estar sujetos a un rigor fiscal impuesto por los
países más disciplinados, y en caso de no cumplir, los que fían no se harían
cargo de ello. Teóricamente, el riesgo a quedarse sin liquidez obligaría a los
países con problemas a mantenerse dentro de ese marco. ¿Todo esto les recuerda
algo? Pero, ¿no teníamos que ser rigurosos con el déficit público antes de la
crisis? ¿No teníamos que vigilar a nuestros simpáticos políticos y sindicalistas,
que dirigían bancos y cobraban leoninas minutas por gestionarlos "debidamente"?
¿Y si de repente dejamos nuevamente de ser serios? En fin, Alemania se lo
huele, y primero tendremos que hacer nuestros deberes demostrando que podemos
asumir nuestros compromisos, y después veremos.
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